miércoles, 10 de julio de 2013

West Side Story: el musical moderno



               

           Estoy muy agradecido a los cines de Grancasa por su iniciativa de volver a proyectar, cada cierto tiempo, películas que abandonaron las carteleras hace lustros, décadas o incluso medio siglo. Es el caso de West Side Story, que 52 años después regresa a la gran pantalla. Había visto este musical anteriormente. A decir verdad, estaba en mi cabeza bastante fresco. Pero en esta ocasión ni la emitían por televisión ni me invitaron a una sesión de noche  en el ordenador, ¡sino que estaba en el cine! ¿Qué mejor lugar para dejarme envolver por una banda sonora de ensueño mientras presencio cómo los personajes pelean al ritmo que marca el baile?

Debo decir que el hecho de nacer en 1961 supone en la actualidad un lastre difícilmente salvable para cualquier película. Así, su avanzada edad sufrió el desprecio de quienes habitualmente me acompañan al cine, por considerarla antigua, vieja, arcaica y decrépita; en resumen: un petardo. Por tanto, fue mi padre quien sirvió de escudero en esta ocasión. Él no la había visto. Se la presenté como una obra maestra, y amenicé el recorrido en autobús con un improvisado concierto de la banda sonora. Un silbido tras otro creían edificar las notas de la partitura, pero el gran déficit musical que presenta mi oído me alertó de que quizá interpretaba una melodía desconocida.

     En fin, West Side Story. ¿Qué puedo decir? En primer lugar hablemos de la superficie, de la capa exterior: su trama. En los años cincuenta, dos bandas de jóvenes, los Jets, de origen americano, y los Sharks, portorriqueños, se disputan el dominio de las calles del West Side neoyorquino. Por eso, cuando Tony, un Jet, se enamora de María, hermana del jefe de los Sharks, el romance se revela enseguida muy, muy complicado.

Alguno dirá que le suena la historia, y que su semejanza con “Romeo y Julieta” es evidente. Nada más lejos de la realidad. Unos años antes de su producción, Arthur Laurents y Jerome Robbins adaptaron la tragedia de William Shakespeare al siglo XX en una obra de Broadway, y Leonard Bernstein creó la melodía. Su éxito fue apabullante. Los Montesco y Capuleto no son familias sino bandas callejeras, no viven en Verona sino en Manhattan, y sus rivalidades las dilucidan bailando al ritmo de Bernstein. Inmediatamente, la Metro adquirió los derechos de la obra, y el propio Jerome Robbins asumió la dirección del filme junto a Robert Wise. ¿Pero qué papel representa esta cinta en la historia del cine?

Podemos afirmar que con West Side Story nace el musical moderno. Atrás quedaron el sentido del humor de Gene Kelly y la química de Fred Astaire y Gingers Rogers. Se desvanecieron las risas y la alegría, los personajes entrañables y los mundos de fantasía. West Side Story, quizá a través de secuencias surrealistas, de acuerdo, narra una realidad. La historia que relata pertenece a un barrio real, con sentimientos concretos y naturales. Es una película de odio, de racismo y xenofobia, de inmigración, alcohol y familias fragmentadas. ¿De desesperanza? Posiblemente. 

En cuanto  a las ideas presentes en la película, se aprecian muchos valores que, posteriormente, emergerán en la revolución de 1968. Ciertas secuencias anticipan las máximas de la espontaneidad juvenil, de los utópicos jóvenes que se alzaron contra el conservadurismo soñando con la postmodernidad. En resumen, valores que, desgraciadamente, han calado de un modo profundo en nuestra sociedad. Veamos un par de ejemplos:



                Una secuencia brillante, lo admito. El número musical es divertidísimo, con unos personajes de gran carisma y una melodía imposible de olvidar. ¿Pero de qué hablan estos jóvenes? A partir del humor, niegan el hecho de que el hombre pueda elegir un mal. Rechazan la posibilidad de que alguien, a propósito, opte por causar un daño. De un plumazo dinamitan la libertad del ser humano. Nadie en su sano juicio dañaría a los demás. Como racionalmente resulta incomprensible que una persona asesine, robe o cometa una violación, solo lo puede hacer un enfermo. Por tanto, la culpa siempre es del entorno, de agentes externos al sujeto, de la “sociedad”. ¿Influye en nuestros actos? Desde luego. Pero la educación, la presión y los modos de vida de nuestros seres queridos tan solo nos condicionan, no nos determinan. Aquí los Jets parodian una situación. Actualmente, este modo de pensar está a la orden del día.



                Segundo ejemplo. ¿Solo son consejos para salir airoso a los interrogatorios policiales? ¿O también describen un modo de vida? El relajamiento de las costumbres, la despreocupación, la apatía, el desinterés…  “Vive y deja morir”, "Decreto el estado de felicidad permanente"… Las demandas de los estudiantes parisinos se hacen realidad en un musical hollywoodense ¡7 años antes!


                Por último, presento los cinco primeros minutos de metraje. Un tiempo durante el cual mi padre se sorprendió (y cansó) mientras que yo disfruté. Son solo cinco minutos de música, donde la banda sonora entra en escena por primera vez para no despedirse hasta el final. Como fondo en la pantalla, unas manchas sobre colores vivos. Uno debe cerrar los ojos y abstraerse, suspirando por cada nota. Después, todo un fundido de academia, antológico. Nueva York nos saluda. ¿Qué parte de Nueva York? La estatua de la libertad. La primera imagen que contemplan los inmigrantes al llegar a la ciudad. Después, la cámara se desplaza de derecha a izquierda, hacia el Oeste. Hacia el West Side.